miércoles, 18 de abril de 2012

"Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir"

Con estas breves palabras, al más puro estilo Twitter, ha despachado el rey de España su bochonorso escándalo de la cacería.

No señor, esto nos es una equivocación. Primero por que no es un hecho aislado, se repite con frecuencia, seguramente mucha más frecuencia de la que sus súbditos conocen, y segundo por que una equivocación se presupone a alguien que a tenido que tomar una decisión difícil o por lo menos en un corto espacio de tiempo.

Ninguna de estas dos circunstancias se han dado.

Este ya enésimo escándalo de la casa real española, y todas las circunstancias relacionadas, más los casos Froilán, Urdangarín, la relación familiar, etc. que se han ido conociendo en los últimos tiempos que se tendrían que sumar a todos aquellos que no hemos conocido, o que los medios, especialmente los afines a la monarquía, se han ocupado de ocultar, nos hacen llegar a un punto en el que debemos de plantear con total rotundidad la absoluta obsolescencia de la institución monárquica.

No tiene sentido en una democracia del siglo XXI mantener un cargo heredable familiarmente, los cargos públicos deben de ser representativos, plurales y democráticos, por lo que hemos de llamar a la puerta de una nueva forma de estado en el menor tiempo posible.

No esperemos al siguiente 14 de abril para acordarnos de la república, todos los días son buenos para reclamar el cambio a esta forma de estado propia de países avanzados y democráticos.

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